El Éxito en el cine

Presentación

Las redes sociales son, en la actualidad, el foco principal de la crítica cinematográfica. Gracias a la aparición de iconos e ídolos sociales -conocidos como Influencers- hemos visto nacer algo parecido a un movimiento social en el que se castiga el conocimiento y la objetividad en pro de la ignorancia, la subjetividad y el “todo es opinable”. De una forma u otra, todos sabemos que la plataforma Twitter puede convertir a una gran película en una birria y a una película mediocre en una genialidad. Y lo curioso es que este tipo de críticas cinematográficas no las realizan expertos cinéfilos, sino Youtubers, TikTokers, Instagramers o Twitteros, que a cambio de un buen fajo de billetes ascienden al rango de “peliculón” a cualquier bazofia filmográfica comercial, obviando totalmente cualquier dato objetivo y/o veraz que justifique su promoción.

Atrás quedaron los años más gloriosos del séptimo arte (ocurre lo mismo con la música, la pintura, etc.), aquellos en los que el cine no era un subalterno del Capitalismo y en los que primaba la calidad por encima de la popularidad. Por supuesto, el Cine siempre ha sido una industria y por tanto, siempre ha llevado consigo la generación de beneficio económico. Sin embargo, y al igual que Pink Floyd, Guns and Roses o Led Zeppelin han sido sustituidos por el reggaeton de Don Omar o Luis Fonsi; en el Cine, Charles Chaplin, Hitchcock o Stanley Kubrick han dejado paso a comedias románticas con guiones enlatados, a las sagas infinitas de vampiros y magos o a películas españolas en las que artistas del Club de la Comedia simulan ser actores, haciendo alarde de una gran capacidad humorística pero de una nula capacidad interpretativa.

Solo queda un pequeño resquicio de lo que antaño se podría considerar una gran película. Por supuesto, el arte requiere de una interpretación subjetiva, pero más allá de lo que piense o sienta cada uno cuando pone una película en su televisor, el arte no solo debe estar basado en el gusto del consumidor. La técnica (en la grabación, en la fotografía, escenografía, iluminación, vestuario, maquillaje, producción, efectos especiales, etc.) y la profesionalidad en la producción son partes fundamentales. Puede que Psicosis te guste o te parezca un peñazo lento e infumable, pero más allá de eso, a muchos niveles, es una película de una calidad excelente, sobre todo teniendo en cuenta los medios con los que se contaba en los años 60. Es como el primer Super Mario Bros . Obviamente, este videojuego no está a la 1 altura gráfica del hiperrealismo gráfico actual. Sin embargo, tenía algo que no tiene, por ejemplo, la infinita saga de Assassins Creed. Y es que el Super Mario estaba hecho con cariño y delicadeza, cuidando cada detalle (cada frame del juego se pintó pixel a pixel) y por eso hoy en día es una leyenda y su creador – Shigeru Miyamoto – ha sido nombrado Persona de Mérito Cultural en Japón. Por su parte, Ubisoft se encarga de sacar un nuevo Assassins cada año para cumplir con sus objetivos de ventas y enriquecerse más y más con cada nuevo juego. Pero, ¿a qué precio? Pues al precio de perder cariño y delicadeza, o si prefieres, calidad. Es otro más, en otro escenario, con otros colores, pero al fin y al cabo, más de lo mismo: un producto enlatado diseñado para tener a los gamers e influencers hablando de ellos en redes sociales.

Y aquí es, precisamente, a donde queríamos llegar. En este momento de la historia de la humanidad en la que vale más la opinión de Ana Rosa Quintana o de Jorge Javier Vázquez que la de un experto virólogo a la hora de valorar las consecuencias del COVID-19, nos vemos ante la inminente necesidad de volver a objetivizar, de volver a dar valor al arte más allá de las opiniones sesgadas y “compradas” de los influencers y dejar que sean los datos los que hablen. Por supuesto, los datos son manipulables, pero solo a pequeña escala. Cuando hablamos de grandes conjuntos de datos, la influencia individual se disuelve entre la masa social y aparece la magia de la emergencia global. Nuestro trabajo trata sobre el cine y sobre una medida objetiva del mismo, basada en millones de votos, ratings y datos individuales pero globalizados y despojados de la mera subjetividad. Nuestro fin, por tanto, es devolverle al cine su esencia, apostando por valorar la calidad, más allá de su popularidad, y apostando, como décadas atrás, por el cariño y la delicadeza que tanto caracteriza al arte.

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